El secreto de la vida
/Cuentan que un granjero le dijo a su hijo que cuando tuviera 12 años le contaría el secreto de la vida. Cuando el niño cumplió los 12 años, le recordó a su padre la promesa. Entonces el campesino se lo reveló: “El secreto de la vida es que las vacas no dan leche” dijo. ¿Cómo qué no? Respondió incrédulo el chico.
“Así es”, contestó el padre. “Las vacas no dan leche, hay que ordeñarlas. Tienes que levantarte a las 4 de la mañana, ir al campo, caminar por el establo lleno de excrementos, atar la cola y las patas de la vaca, sentarte en el banquito, colocar el balde y hacer los movimientos adecuados. Este es el secreto de la vida: las vacas no dan leche. O las ordeñas o no tienes leche”.
Claro que ese esfuerzo no es fácil, y no solo, o especialmente, tras la vuelta de las vacaciones y su síndrome. De hecho, nuestro vocablo “trabajar” tiene su origen en el “tripaliare” latino, con el que se describía el instrumento al que se ataba a las personas condenadas a un castigo corporal.
Tradicionalmente se entiende que en general los resultados se obtienen a través del esfuerzo. Así el psicólogo Vroom desarrolló su teoría de la expectativa, según la cual los seres humanos actuamos motivados por la percepción anticipada (o expectativa) del resultado que vamos a obtener con tal acción. Por tanto, si consideramos que el resultado no va a ser el esperado, en principio no actuaremos y nos ahorraremos el esfuerzo. Ahora bien, también es posible que el resultado se produzca sin esfuerzo, como cuando se produce un golpe de suerte inesperado, e igualmente puede haber esfuerzo sin resultado. Cuál sea nuestra creencia dominante al respecto condicionará seguramente nuestra manera de enfocar nuestra trayectoria vital.
El 30 de mayo de 2007 el español Eduardo Manchón se hizo famoso porque junto con Joaquín Cuenca, amigos desde el instituto, vendieron su 'startup' Panoramio a Google, convirtiéndose en los primeros españoles que realizaban una venta a un gigante tecnológico de ese tamaño. Hijo de un albañil y de una empleada de fábrica textil, defiende que aunque hay que saber esforzarse en determinadas circunstancias, el esfuerzo continuo no es garantía de nada. Es más, declara que en esa exitosa venta el esfuerzo pesó muy poco; fueron más importantes una serie de coincidencias que les llevaron a conocer a las personas adecuadas en el momento adecuado. Claro que como diría Jacinto Benavente, “muchos creen que tener talento es una suerte; nadie cree que la suerte pueda ser cuestión de tener talento”.
En una encuesta del CIS de julio de 2018 se preguntaba que influía más en la posición económica en España: el esfuerzo, educación y valía profesional (en una escala de 0 a 10, se situarían en el punto 0), o si lo que realmente importaba era el origen familiar, los contactos o simplemente la suerte (estas se situarían en el punto 10). El 42,9% se inclinó por esta última opción, un 33,2% lo hizo por el esfuerzo, y un 21,3% optó por una posición intermedia.
Es decir en el primer grupo podríamos encontrar a los que, como Manchón, consideran que gran parte de la vida depende de la suerte. Y lo cierto es que da miedo pensar que hay tantas cosas fuera de nuestro control.
En el otro extremo estarían los que coincidirían con Ortega y Gasset, quien afirmaba que "todo es resultado de un esfuerzo; sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo; si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde". Solo hay excusas o resultados, le espetaba Gal Gadot a Ryan Reynolds en la película Alerta roja.
En el punto intermedio se situarían los que entienden que la mitad de la vida es suerte, la otra disciplina, como el escritor alemán Carl Zuckmayer, guionista del clásico filme El ángel azul.
En suma, no hay un paradigma indiscutible en este asunto. Lo que la realidad muestra es que, como en las recetas culinarias, hay una mezcla de ingredientes, que según la diferente proporción aplicada y el tratamiento dado, producirán un diferente resultado más o menos adecuado en la medida en que encajen. Fusión de preparación y oportunidad, a eso le llaman suerte, decía Voltaire.