¡Eh, respeta mi opinión!

(Cómo saber si tu decisión es la correcta)

Cristina Pedroche afirmaba que Venecia era la capital de Italia. Y cuando Maribel Verdú le dijo que no, la Pedroche respondió con un digno: “¡Oiga, perdone, respete mi opinión, eh!”.  

Esta escena del filme Sin rodeos, nos recuerda que las cosas son según quién y cómo las mira, o como diría Protágoras, “el ser humano es la medida de todas las cosas”. Y es que, según este filósofo, padre del relativismo, no hay verdades universales, sino que dependen del contexto del sujeto. Este enfoque lo recogería de nuevo Nietzsche al afirmar que “los hechos no existen, solo hay interpretaciones”.

Claro que el relativismo llevado a su extremo puede plantear algunos dilemas morales. Si todo es subjetivo, ¿hasta qué punto los que mienten, engañan, estafan, traicionan, embaucan, tergiversan o confunden deliberadamente a los demás, solo están considerando la situación según su mejor criterio en función del momento, del lugar y del propósito? Y si esto es así, ¿está todo justificado según el contexto y la interpretación individual? Incluso podríamos afirmar cínicamente, como Diego Peretti en Doble Discurso, que la manipulación y la mentira parecen lo mismo, pero no lo son.

Ante esto, y para evaluar la moralidad de las acciones, el utilitarista Bentham elaboró el principio de felicidad, tanto de los individuos como de los gobiernos, porque para él era inevitable que cualquier acción implicara el beneficio de algunos en perjuicio de otros. Según este autor, una acción es buena en tanto que produce la mayor felicidad a la mayor cantidad de personas.

Y para saberlo, Bentham elaboró una fórmula aritmética teniendo en cuenta 7 circunstancias. Cada una de ellas se valora en virtud de la cantidad de satisfacción que logramos o esperamos lograr, con una misma escala de puntuación. De este modo, la acción más correcta (la más ética) será la que obtenga más puntos totales. Los factores a considerar son:

1.       La intensidad de la satisfacción

2.       La duración de la misma

3.       Con qué probabilidad se producirá o no la satisfacción

4.       Cómo de pronto se disfrutará del resultado

5.       Si esa acción conducirá a nuevas satisfacciones

6.       Cuánto dolor lleva aparejada

7.       A cuántos individuos afectará

Por tanto, la política podría reducirse a una sola pregunta: ¿son más las personas a las que hace felices que a las que causa tristeza? Es decir, una ley se justificaría solo si hace más bien que mal.

La tesis de Bentham, no supone asegurar la objetividad en el proceso de elección y de toma de decisiones, pero al menos es una aproximación que podemos aplicar en ámbitos públicos y privados. Claro que tampoco esta ecuación está exenta de riesgos, pues una valoración estrictamente basada en la utilidad podría conducir a la tiranía de la mayoría, que puede pretender uniformar creencias y comportamientos, sin mayor reflexión.

Así, cuentan que un hombre iba a ser enterrado. Sus compañeros portaban el féretro cuando, de repente, escucharon golpes que procedían del interior del ataúd. Lo abrieron apresuradamente y su amigo, revivido, se incorporó y les espetó:

-          ¿Qué hacéis? ¿No veis que estoy vivo?

Tras el shock inicial, uno de los compañeros acertó a hablar y le dijo:

-          Amigo mío, los médicos y los sacerdotes han certificado tu muerte. ¿Cómo pueden haberse equivocado los expertos?

 Así que, de nuevo, volvieron a atornillar el féretro, y lo enterraron debidamente.

Publicado en La Vanguardia, 3 diciembre 2023

Las 8 características del "mentiroso top": resignificando...

Dionisio I tirano de Siracusa, trataba fatalmente a sus habitantes, tanto que todos sus súbditos rogaban por su muerte. Todos menos una anciana, que al contrario que sus conciudadanos rezaba todos los días por la salud de Dionisio. Al saberlo, el tirano, intrigado, le preguntó por qué lo hacía. La anciana le explicó que, a lo largo de su vida, ya había conocido a otros dos tiranos antes que él, y que también como los demás ciudadanos en cada momento había pedido por la muerte del tirano correspondiente, pero que cada vez que uno fallecía le sucedía otro muchísimo peor, y de ahí su actual preocupación.

¿La utilidad es la única verdad?

Tras las últimas elecciones de julio sigue en el ambiente los reproches y las acusaciones de mentiras y medias verdades que ya aparecieron durante los debates previos. Nada sorprendente, pues vivimos un momento en el que se abre paso el concepto de “resignificación”. Este concepto, aunque no se recoge por la RAE, se define como otorgar un sentido diferente a un hecho a partir de una nueva interpretación.
Decía el filósofo Sanders Peirce, fundador del pragmatismo, que la verdad es la versión de la realidad que mejor funciona para nosotros, de modo que las cosas son buenas, no en sí mismas, sino por las consecuencias prácticas que ofrecen para lo que el sujeto quiere obtener. Entonces, ¿hasta qué punto es censurable que el dirigente de un país mienta para estar en posición de ventaja ante un enemigo, ya sea porque diga algo falso, ya porque omita una información esencial?

Un paso más en esta línea lo propondrá Richard Rorty, al afirmar que el ser de las cosas se reduce a su utilidad en la práctica, y su valor queda establecido por la capacidad de negociación. Es decir, no importa la verdad en sí misma. La única verdad será, por tanto, la utilidad.

El arte de gobernar consiste en ser honrado

Incluso bastante antes, Maquiavelo ya nos advertía que "en los actos de todos los hombres, y especialmente de los gobernantes, lo que importa es el fin. A un gobernante solo debe preocuparle mantener el Estado, porque siempre se considerará que los medios son honorables y dignos de la alabanza de todos, dado que las masas solo ven las apariencias y los resultados de los asuntos, y el mundo no es otra cosa que las masas”.

Y es que, según el autor florentino, la mayoría de la gente es egoísta, corta de miras, inconstante, con tendencia a imitar y fácil de engañar. Ahora bien, también aclaraba que esas maniobras solo eran aceptables cuando se hace por el bien público, y que la intriga y el engaño no pueden convertirse en un fin en sí mismos. Porque como afirmaba Thomas Jefferson, “todo el arte de gobernar consiste en ser honrado”.

En caso contrario, nos encontraríamos ante entornos corruptos, en los que el poder público procura obtener una ventaja indebida, y genera restricciones para el ejercicio de los derechos fundamentales. Sobre este asunto es interesante revisar el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional. Este indicador evalúa los niveles de corrupción percibida en el sector público de 180 países.
España ocupa la posición 35 del IPC de 2022, junto con Botswana, Cabo Verde, y San Vicente y las Granadinas. Los tres primeros puestos son para Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda, por este orden. Nuestro país desciende así un puesto con respecto al IPC 2021 y tres con respecto al IPC 2020. Por otro lado, España se mantiene en el puesto 14 de los 27 Estados Miembros de la Unión Europea.

Las 8 características del "mentiroso top"

Vemos pues que la mentira y la corrupción siguen siendo tan antiguas como actuales, y no siempre fáciles de descubrir y combatir. Decía cínicamente Casey Affleck en el filme El demonio bajo la piel, “si pudiéramos suprimir las mentiras, ¿qué haríamos sin ellas?”. El psicólogo Paul Eckman propone 8 características del “mentiroso top” que tal vez nos ayuden a identificarlos:
1. Experiencia previa en mentir
2. Inventiva en el embuste
3. Buena memoria
4. Lenguaje persuasivo
5. Uso de los músculos faciales para enfatizar la exposición
6. Habilidad teatral
7. Autoconvencimiento de su propia mentira
8. Sin temor a la culpa o la vergüenza
Cuanto mejor desarrolle estas habilidades, más difícil será detectar al mentiroso. De todos modos, quizá sea más fácil de lo que pensamos, porque, al menos en la política, la sabiduría popular afirma que un político miente desde el mismo momento que mueve los labios.

Publicado en La Vanguardia, 19 de agosto de 2023