¡Eh, respeta mi opinión!

(Cómo saber si tu decisión es la correcta)

Cristina Pedroche afirmaba que Venecia era la capital de Italia. Y cuando Maribel Verdú le dijo que no, la Pedroche respondió con un digno: “¡Oiga, perdone, respete mi opinión, eh!”.  

Esta escena del filme Sin rodeos, nos recuerda que las cosas son según quién y cómo las mira, o como diría Protágoras, “el ser humano es la medida de todas las cosas”. Y es que, según este filósofo, padre del relativismo, no hay verdades universales, sino que dependen del contexto del sujeto. Este enfoque lo recogería de nuevo Nietzsche al afirmar que “los hechos no existen, solo hay interpretaciones”.

Claro que el relativismo llevado a su extremo puede plantear algunos dilemas morales. Si todo es subjetivo, ¿hasta qué punto los que mienten, engañan, estafan, traicionan, embaucan, tergiversan o confunden deliberadamente a los demás, solo están considerando la situación según su mejor criterio en función del momento, del lugar y del propósito? Y si esto es así, ¿está todo justificado según el contexto y la interpretación individual? Incluso podríamos afirmar cínicamente, como Diego Peretti en Doble Discurso, que la manipulación y la mentira parecen lo mismo, pero no lo son.

Ante esto, y para evaluar la moralidad de las acciones, el utilitarista Bentham elaboró el principio de felicidad, tanto de los individuos como de los gobiernos, porque para él era inevitable que cualquier acción implicara el beneficio de algunos en perjuicio de otros. Según este autor, una acción es buena en tanto que produce la mayor felicidad a la mayor cantidad de personas.

Y para saberlo, Bentham elaboró una fórmula aritmética teniendo en cuenta 7 circunstancias. Cada una de ellas se valora en virtud de la cantidad de satisfacción que logramos o esperamos lograr, con una misma escala de puntuación. De este modo, la acción más correcta (la más ética) será la que obtenga más puntos totales. Los factores a considerar son:

1.       La intensidad de la satisfacción

2.       La duración de la misma

3.       Con qué probabilidad se producirá o no la satisfacción

4.       Cómo de pronto se disfrutará del resultado

5.       Si esa acción conducirá a nuevas satisfacciones

6.       Cuánto dolor lleva aparejada

7.       A cuántos individuos afectará

Por tanto, la política podría reducirse a una sola pregunta: ¿son más las personas a las que hace felices que a las que causa tristeza? Es decir, una ley se justificaría solo si hace más bien que mal.

La tesis de Bentham, no supone asegurar la objetividad en el proceso de elección y de toma de decisiones, pero al menos es una aproximación que podemos aplicar en ámbitos públicos y privados. Claro que tampoco esta ecuación está exenta de riesgos, pues una valoración estrictamente basada en la utilidad podría conducir a la tiranía de la mayoría, que puede pretender uniformar creencias y comportamientos, sin mayor reflexión.

Así, cuentan que un hombre iba a ser enterrado. Sus compañeros portaban el féretro cuando, de repente, escucharon golpes que procedían del interior del ataúd. Lo abrieron apresuradamente y su amigo, revivido, se incorporó y les espetó:

-          ¿Qué hacéis? ¿No veis que estoy vivo?

Tras el shock inicial, uno de los compañeros acertó a hablar y le dijo:

-          Amigo mío, los médicos y los sacerdotes han certificado tu muerte. ¿Cómo pueden haberse equivocado los expertos?

 Así que, de nuevo, volvieron a atornillar el féretro, y lo enterraron debidamente.

Publicado en La Vanguardia, 3 diciembre 2023

Las 8 características del "mentiroso top": resignificando...

Dionisio I tirano de Siracusa, trataba fatalmente a sus habitantes, tanto que todos sus súbditos rogaban por su muerte. Todos menos una anciana, que al contrario que sus conciudadanos rezaba todos los días por la salud de Dionisio. Al saberlo, el tirano, intrigado, le preguntó por qué lo hacía. La anciana le explicó que, a lo largo de su vida, ya había conocido a otros dos tiranos antes que él, y que también como los demás ciudadanos en cada momento había pedido por la muerte del tirano correspondiente, pero que cada vez que uno fallecía le sucedía otro muchísimo peor, y de ahí su actual preocupación.

¿La utilidad es la única verdad?

Tras las últimas elecciones de julio sigue en el ambiente los reproches y las acusaciones de mentiras y medias verdades que ya aparecieron durante los debates previos. Nada sorprendente, pues vivimos un momento en el que se abre paso el concepto de “resignificación”. Este concepto, aunque no se recoge por la RAE, se define como otorgar un sentido diferente a un hecho a partir de una nueva interpretación.
Decía el filósofo Sanders Peirce, fundador del pragmatismo, que la verdad es la versión de la realidad que mejor funciona para nosotros, de modo que las cosas son buenas, no en sí mismas, sino por las consecuencias prácticas que ofrecen para lo que el sujeto quiere obtener. Entonces, ¿hasta qué punto es censurable que el dirigente de un país mienta para estar en posición de ventaja ante un enemigo, ya sea porque diga algo falso, ya porque omita una información esencial?

Un paso más en esta línea lo propondrá Richard Rorty, al afirmar que el ser de las cosas se reduce a su utilidad en la práctica, y su valor queda establecido por la capacidad de negociación. Es decir, no importa la verdad en sí misma. La única verdad será, por tanto, la utilidad.

El arte de gobernar consiste en ser honrado

Incluso bastante antes, Maquiavelo ya nos advertía que "en los actos de todos los hombres, y especialmente de los gobernantes, lo que importa es el fin. A un gobernante solo debe preocuparle mantener el Estado, porque siempre se considerará que los medios son honorables y dignos de la alabanza de todos, dado que las masas solo ven las apariencias y los resultados de los asuntos, y el mundo no es otra cosa que las masas”.

Y es que, según el autor florentino, la mayoría de la gente es egoísta, corta de miras, inconstante, con tendencia a imitar y fácil de engañar. Ahora bien, también aclaraba que esas maniobras solo eran aceptables cuando se hace por el bien público, y que la intriga y el engaño no pueden convertirse en un fin en sí mismos. Porque como afirmaba Thomas Jefferson, “todo el arte de gobernar consiste en ser honrado”.

En caso contrario, nos encontraríamos ante entornos corruptos, en los que el poder público procura obtener una ventaja indebida, y genera restricciones para el ejercicio de los derechos fundamentales. Sobre este asunto es interesante revisar el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional. Este indicador evalúa los niveles de corrupción percibida en el sector público de 180 países.
España ocupa la posición 35 del IPC de 2022, junto con Botswana, Cabo Verde, y San Vicente y las Granadinas. Los tres primeros puestos son para Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda, por este orden. Nuestro país desciende así un puesto con respecto al IPC 2021 y tres con respecto al IPC 2020. Por otro lado, España se mantiene en el puesto 14 de los 27 Estados Miembros de la Unión Europea.

Las 8 características del "mentiroso top"

Vemos pues que la mentira y la corrupción siguen siendo tan antiguas como actuales, y no siempre fáciles de descubrir y combatir. Decía cínicamente Casey Affleck en el filme El demonio bajo la piel, “si pudiéramos suprimir las mentiras, ¿qué haríamos sin ellas?”. El psicólogo Paul Eckman propone 8 características del “mentiroso top” que tal vez nos ayuden a identificarlos:
1. Experiencia previa en mentir
2. Inventiva en el embuste
3. Buena memoria
4. Lenguaje persuasivo
5. Uso de los músculos faciales para enfatizar la exposición
6. Habilidad teatral
7. Autoconvencimiento de su propia mentira
8. Sin temor a la culpa o la vergüenza
Cuanto mejor desarrolle estas habilidades, más difícil será detectar al mentiroso. De todos modos, quizá sea más fácil de lo que pensamos, porque, al menos en la política, la sabiduría popular afirma que un político miente desde el mismo momento que mueve los labios.

Publicado en La Vanguardia, 19 de agosto de 2023

España 2050: largo me lo fiais...

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Pedro Sánchez presentó el informe “España 2050: Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”, transmitiendo la idea de que gobernar es planificar el futuro. Predecir el porvenir es una aspiración eterna y muy interesante, pero también es especialmente complicada. Hasta el punto que parece de ciencia ficción. Como la que proponía Asimov en La Fundación. Allí, un matemático, Hari Seldon, desarrolla un modelo predictivo que le permite descubrir algo terrible: el Gran Imperio Galáctico se dirige hacia la destrucción, y tras ella vendrán 30.000 años de caos y dolor, hasta recuperar una nueva era de prosperidad. Dado que las consecuencias de comunicar este hallazgo podrían ser peores que las previstas, Seldon idea un plan secreto para minimizar ese periodo de destrucción (las fundaciones).

Por el bien de todos, esperemos que el plan presentado por Sánchez no tenga una trastienda como la sugerida por Asimov. Creamos más bien que a nuestro presidente le inspira la línea resumida por el psicólogo estadounidense William James, quien afirmaba que "el pesimismo conduce a la debilidad; el optimismo al poder". 

Así, Pedro Sánchez declara en su prólogo al citado informe, que “España es un país con hambre de futuro”. Quizá su “superasesor” Iván Redondo haya buceado en las teorías del psicólogo Martin Seligman, desarrollador del concepto de psicología positiva. Según este autor, se constata la relación directa entre optimismo y política, y, tras estudiar numerosos procesos electorales a la presidencia de Estados Unidos, concluye que los candidatos de estilo más sombrío tienden a ser más pasivos, que los votantes prefieren al candidato más optimista (o en nuestros tiempos, al menos deprimido), y que cuanto más pesimista sea el candidato menor es la esperanza que despierta en el votante.

De hecho, el epílogo de ese mismo informe lleva por título “Redescubrir el optimismo”, alertando de una ola de pesimismo que se está apoderando de la población europea y española, que consideran mayoritariamente que las generaciones futuras no vivirán mejor que sus padres (más del 55% de los encuestados). En este sentido es conveniente tomar conciencia de que según la OMS el 6,7% de la población española está afectada por la ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión, y obviamente esto no ha mejorado durante el confinamiento.

Y para superar esta tendencia el propio informe señala como primer y necesario ingrediente, confianza en el progreso. Si seguimos los postulados de la terapia cognitiva de Beck y otros, la depresión es el resultado de nuestros hábitos de pensamiento consciente, de modo que si cambiamos cómo pensamos acerca del fracaso, la derrota, la pérdida o el desamparo, estaremos en el principio de la solución.

Ya a final de 2020 Sánchez trabajó la misma veta, al introducir el concepto de resiliencia al presentar el plan para la gestión de los fondos de recuperación europeos en los próximos años (“Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía española”). No en vano, el neurólogo Cyrulnik, autor de Resiliencia, demostró que el cerebro es maleable y se recupera si se le permite. Las resonancias magnéticas evidencian que el cerebro de un niño traumatizado recupera la normalidad fisiológica antes de un año si se le da el cariño y apoyo necesarios. Es decir, que nuestra historia no determina nuestro destino.

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No se trata de desmerecer el ser optimista. Serlo no es malo en absoluto, siempre que se sea consciente de ese sesgo, porque como afirmaba Mark Wahlberg en Marea Negra: “la esperanza no es una táctica”. De hecho, los optimistas no se rinden con la misma facilidad que los pesimistas y se autoafirman incluso en situaciones en las que el resultado no les es favorable. Ahora bien, curiosa coincidencia que la presentación del estudio España 2050 la realice alguien en quien el 70,6% de los españoles manifiesta tener poca o ninguna confianza, según el Barómetro del CIS de mayo.

“La experiencia de nuestros tiempos demuestra que los gobernantes que han hecho grandes cosas son los que han dado poca importancia a su palabra y han sabido embaucar la mente de los hombres con astucia, y al final han superado a los que han actuado con lealtad”. Tan actual ahora como cuando lo escribió Maquiavelo hace quinientos años.  Y es que como advertía Quevedo "nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir".

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Cómo influir sin que lo noten: hervir la rana y otras técnicas

Foto: NASTIA/PEXELS

Foto: NASTIA/PEXELS

Una rana saltó un día a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, su instinto de supervivencia la hizo saltar y escapar del recipiente. Otro día, esa misma olla estaba llena de agua fría. Una rana saltó dentro y nadó tranquila por el agua, feliz de disfrutar de esa piscina improvisada.

Lo que la rana no sabía, es que el agua se iba calentando poco a poco, y el agua fría se iba templando. Pero la rana, que se había ido acostumbrando, allí seguía, nadando tan a gusto. Entre tanto, la temperatura del agua seguía subiendo, poco a poco. Tanto, que llegó a estar tan caliente, que la rana murió hervida. Con esta fábula, Olivier Clerc empieza su libro de historias para advertirnos de los cambios que se van produciendo en nuestro entorno sin que nos demos cuenta

¿Cómo puede una persona ser inducida a hacer algo que no querría hacer? Los psicólogos sociales y los expertos en ventas hablan, entre otras, de la técnica del pie-en-la-puerta, en el que una conducta decidida con toda libertad, ha sido "preparada" por una primera conducta poco costosa para el sujeto. Freedman y Fraser propusieron a un grupo de amas de casa que recibieran en su casa, supuestamente en el marco de una encuesta sobre  hábitos de consumo de las familias estadounidenses, a un equipo de cinco o seis encuestadores. Les advirtieron de que, primero, la encuesta era larga (unas dos horas), y, segundo, debían permitir a los encuestadores que rebuscaran en la casa para elaborar una lista de sus productos de consumo habituales. Como se ve, algo bastante engorroso; de hecho, solo un 22,2% aceptaron de forma espontánea.

¿Cómo incrementar esa participación? Usando un nuevo método: los investigadores contactaron con las amas de casa y les incitaron a participar en una breve encuesta telefónica (acto preparatorio poco costoso): solo 8 preguntas sobre sus hábitos de consumo. Tres días después, se les preguntó si estarían dispuestas a recibir en casa al equipo de cinco o seis encuestadores (petición final costosa). La tasa de aceptación fue del 52,8%.

Joule y Beauvois, en su Pequeño tratado de manipulación para gente de bien, resumen el proceso. Se presiona al sujeto para que emita un comportamiento preparatorio no problemático y poco costoso, en un contexto de libre elección, por lo que se facilita el compromiso. Una vez conseguida esta conducta, se le hace una petición explícita, invitándole a llevar a cabo un nuevo comportamiento, esta vez más costoso, y que tendría escasas probabilidades de realizarse de forma espontánea. La explicación de los estudiosos sería que el comportamiento preparatorio nos compromete con un nivel de identificación determinado y no solo con un acto en particular.

Por tanto, cuando en el experimento de Freedman y Fraser se les pedía a las amas de casa que se apuntaran en una hoja de firmas sobre la calidad del medio ambiente, estas preferían considerar este acto como un acto militante (milito por una buena causa), antes que una simple respuesta a lo solicitado. Así era comprensible que luego tuvieran mayor tendencia a efectuar actos militantes a favor de otras buenas causas (por ejemplo, alimentación saludable, seguridad vial…).

Además, también se ha evidenciado que esta técnica del pie-en-la-puerta incrementa su eficacia si ayudamos al participante a identificar la conducta preparatoria con un nivel moral elevado. Es lo que se denomina "etiquetado", y su función es gratificar al sujeto interviniente. Bastaría con decirle: "Muchas gracias, me gustaría encontrarme con más gente como usted dispuesta a movilizarse y solidarizarse con las buenas causas".

Ser conscientes de estas técnicas nos pueden ayudar a tomar nuestras decisiones con mayor conocimiento de causa. Porque las posibilidades de caer en sutiles manipulaciones son muy numerosas y muy frecuentes. Hasta el punto de que incluso algunos investigadores como Pearl Y. Martin han descubierto que consumir bebidas con cafeína antes de una charla  aumenta la probabilidad de estar de acuerdo con argumentos sobre diferentes asuntos polémicos.

Ya lo advertía Michael Ironside interpretando al banquero J.P. Morgan, en la serie El alienista: "Detrás de los actos de los hombres siempre hay dos razones: una buena y la verdadera".

Publicado el 29 de abril de 2020 en Valencia Plaza

Cómo defenderse de las fake news

Reb Feivel estaba sentado en su casa estudiando el Talmud, cuando escuchó un gran ruido en el exterior. Desde la ventana, vio que unos traviesos niños jugando en la calle eran los causantes. Para ahuyentarlos improvisó lo primero que se le ocurrió: “Niños, corred a la sinagoga. Hay allí un monstruo marino con cinco pies, tres ojos y una barba como la de un chivo, ¡pero verde!”. Los niños no lo dudaron y corrieron en esa dirección. Reb sonrió satisfecho de su treta y volvió a su estudio. Pero, al poco tiempo, fue de nuevo interrumpido por el ruido de varios conciudadanos que marchaban apresuradamente. Les preguntó qué pasaba y estos le explicaron que en la sinagoga había un monstruo marino con cinco pies, tres ojos y una barba como la de un chivo, ¡pero verde! Reb soltó una carcajada y volvió a su Talmud.

Pero apenas había empezado a concentrarse cuando repentinamente oyó un gran tumulto en el exterior: una muchedumbre de hombres, mujeres y niños corrían hacia la sinagoga. “¿Qué pasa? les gritó desde la ventana. “¡Vaya pregunta! ¿Acaso no lo sabes?” respondieron. “Justo frente a la sinagoga hay un monstruo marino con cinco pies, tres ojos y una barba como la de un chivo, ¡pero verde!”.

Mientras la masa avanzaba, Reb distinguió entre ella al mismísimo rabino. “¡Señor mío!” exclamó. “Si el propio rabino corre con ellos es que seguramente debe estar ocurriendo algo. Donde hay humo es que hay fuego”. Y sin pensarlo más Reb tomó su sombrero, bajó a la calle y se unió al gentío a todo correr, mientras murmuraba para sí, casi sin aliento: “nunca se sabe…”.

¡Vaya con Reb! Quizá debiera haber recordado el consejo de Maquiavelo que sugería que, en caso de ser arrastrado a una trampa, “debes ser astuto para no creer con facilidad las cosas que no se ajustan a la razón”.

Otra alternativa podría ser delegar el trabajo de contrastar la veracidad en alguien. Y así la pregunta del reciente CIS de abril: “¿Cree Ud. que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”  A la que el 66,7% de los encuestados responde que habría que restringir y controlar las informaciones, estableciendo sólo una fuente oficial de información.

Este debate sobre bulos, fake news, teorías de la conspiración, rumores infundados, mentiras y disparates varios, no es nuevo, pero es cierto que la crisis del COVID 19 lo ha reavivado con especial virulencia. De hecho, la Fiscalía General del Estado, a raíz de una denuncia de Unidas Podemos, ha decidido investigar si existe un grupo criminal detrás de la campaña de bulos puesta en marcha en las redes sociales contra nuestro Gobierno.

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10 estrategias de manipulación sin rebelión

Lo cierto es que el derecho a la libertad de expresión, en tanto que derecho fundamental de los que recoge nuestra Constitución, tiene su especial protección, lo que no hará fácil acabar con esas fake news. Entretanto, quizá lo más eficaz sea estar prevenidos contra las estrategias de manipulación que resume el especialista en geoestrategia  Pedro Baños, y que existen desde que el mundo es mundo:

(1) Crear problemas y fingir proponer soluciones

(2) Diferir una medida futura: es más fácil aceptar un sacrificio futuro que uno inmediato

(3) La gradualidad: imponer una medida radical e inaceptable a cuentagotas para evitar revoluciones

(4) Tratando a los espectadores como si tuvieran 10 años. Es probable que así  terminen siendo despojados del pensamiento crítico

(5) Fomentar el pensamiento emocional frente al crítico. Inducir ideas, miedos, deseos, compulsiones y comportamientos impulsivos y sin fundamento

(6) Ignorancia y mediocridad: las clases sociales inferiores no deben conseguir las herramientas que necesitan para el crecimiento social

(7) Hacer creer a las personas que ser estúpido, vulgar e inculto está de moda. Como la influencer que encarnaba Cristina Pedroche en la película Sin rodeos

(8) Reforzar la auto-culpabilidad: para propiciar la inhibición de los individuos, haciéndoles entrar en un estado depresivo y de auto-represión

(9) Conocer a la audiencia mejor de lo que ella misma se conoce

(10) Distracción: desviar la atención del público con informaciones insignificantes; evitando así que se preocupe de los temas importantes.

Y después de todo, ¡buena suerte! porque como decía Mark Twain: “una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad está poniéndose los zapatos”.

Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta? Tanto en nuestro día a día personal como profesional son muchas las situaciones en las que nos sorprendemos al vernos en tesituras incómodas, y dudamos si la responsabilidad de ello es del todo nuestra o de los demás. ¿Qué decisiones nos llevaron a ese momento?

El premio Nobel de Economía Thomas Schelling, recordaba su sorpresa antes de comenzar una conferencia ante un “numeroso público”. Desde su posición tras los cortinajes del escenario, contempló con estupor que justo antes de comenzar, al menos las doce primeras filas que podía atisbar a ver, estaban vacías. Desolador. Y al mismo tiempo el organizador del acto le apremiaba a que saliera sin más dilación. Entre reticente y mosqueado, Schelling salió al escenario, y entonces descubrió que había más de ochocientas personas en la sala. Desde la decimotercera fila hasta la última, no cabía un alfiler.

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Cuando acabó la conferencia, intrigado, les preguntó a sus anfitriones, por qué habían distribuido así a los asistentes. Para su sorpresa, estos le explicaron que el público se había sentado así según su preferencia, ya que ni siquiera habían contratado acomodadores, precisamente para dar libertad a los participantes a ubicarse donde quisieran.

A partir de este suceso, Schelling empezó a elucubrar sobre los motivos que llevaron a los asistentes a decidir ocupar los asientos de aquella manera: quizá lo hicieron porque por timidez prefirieron sentarse detrás de los primeros que habían llegado, o tal vez buscaban una salida más discreta para escapar en caso de que no les gustara la conferencia, o quizá porque querían evitar quedarse aislados en la platea y así se iban sentando cerca de los que ya estaban aposentados, o por una mezcla de motivos… o quién sabe por qué.

No obstante, el hecho cierto es que el resultado de la distribución final dependió de las decisiones individuales de los asistentes. Decisiones que no necesariamente tenían que coincidir con sus gustos, y que las iban tomando según lo que se iban encontrando en la sala, al entrar en momentos diferentes, y que iba constriñendo y condicionando las opciones posibles.

En esta línea, y utilizando el símil de la creación de un sendero, Juan Antonio Rivera,  en su libro “Carta abierta de Woody Allen a Platón”, explica que cada uno es heredero de un orden originado involuntariamente por los anteriores transeúntes, pero al que realizamos nuestra pequeña contribución paseando por esa misma senda, por la que a su vez transitarán los que vengan después de nosotros. Al principio, muchos senderos fueron posibles, pero en cuanto uno de ellos se torna dominante, los actos de los demás transeúntes lo harán más dominante aún.

Y como ejemplo de esa retroalimentación positiva, Rivera rescata una escena de la película La dama de Shanghai, en la que Orson Welles relata cómo pescó un tiburón que, aunque herido, se desenganchó del anzuelo. Sin embargo, su sangre hizo que acudieran otros tiburones que enloquecidos empezaron a devorarse unos a otros, en una cadena sin fin. Al final, ninguno sobrevivió.

Tiburones devorándose entre sí.

Tiburones devorándose entre sí.

Vemos así que ese orden de ocupar la sala, o de generar un sendero, tenía múltiples opciones al inicio, y la consecuencia final no implica necesariamente que el resultado sea el más eficiente, o el mejor. Si no se toma cierta perspectiva y  se adapta a los cambios del entorno, puede que ya no nos lleve al destino inicial. Sin embargo, los asistentes a la conferencia del Schelling decidieron no moverse pese a que quizá, de haberse adelantado unas filas, podrían haber visto y escuchado al orador con mayor nitidez.

Según Schelling el público de la sala estaba atrapado en un equilibrio ineficiente. “Ineficiente” en el sentido de que al menos podían darse otras formas de sentarse todos que fuera mejor para al menos uno de los asistentes, y no fuera peor para ninguno. “Equilibrio” porque nadie quería cambiar la situación a título individual, pues sentía el riesgo de empeorar (“quizá lo veré mejor, pero no me gusta quedarme solo”); el  resultado es que nadie se movió, resignándose a quedarse como estaban pese a su incomodidad.

Es entonces donde entra en juego la figura del acomodador. Este por su posición y experiencia podría visualizar una mejor distribución en la sala, y romper la parálisis del equilibrio ineficiente, invitando al público a avanzar unas filas. Claro que también recurrir a esa autoridad no está libre de problemas, y corre el riego de limitar la libertad de las personas, pues interpretar sin más lo que supuestamente conviene a la gente no garantiza su ajuste real con los deseos de los individuos, porque nunca se sabe con certeza lo que todos y cada uno de ellos desea. . Y tampoco es suficiente utilizar técnicas de muestreo, que siempre son limitadas. Como por ejemplo, cuando el directivo limita su consulta a su reducido círculo de confianza para tomar una decisión; o el dirigente político a la militancia de su partido, para generalizar la conclusión a todo el electorado.

Sin duda es un asunto complejo, pero como afirmaba Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button: “si te sirve de algo, nunca es demasiado tarde,.. o demasiado pronto, para ser quien quieras ser”.

¿Mentiras disfrazadas o verdades desnudas?

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De nuevo afrontamos una convocatoria de elecciones, y los partidos se enzarzan en los consabidos cruces de acusaciones al adversario, hasta el punto que en ocasiones parecen construir su campaña más en la descalificación del otro, que en la argumentación de las propias propuestas. Comportamiento que por otra parte no es exclusivo de los políticos. En este sentido no estaría de más que aplicaran el “test de Sócrates” a sus declaraciones. Se trata de pensar, antes de hablar, si lo que se va a decir es cierto, bueno y útil:

1. ¿Tengo la certeza de lo que voy a decir?

2. ¿Es algo bueno?

3. ¿Será provechoso para alguien contarlo?

Si al intentar responder cada pregunta se obtiene más de un "No",  el sabio griego aconsejaba que mejor era callar, y no alimentar rumores u opiniones sesgadas o sin fundamento. Cuántas fake news podrían evitarse así.

Claro que quizá es mucho pedir. Ya advertía el canciller Bismark que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Y bastante antes, Maquiavelo aconsejaba a Lorenzo de Médicis de esta forma: “La experiencia de nuestros tiempos demuestra que los príncipes (entiéndase los gobernantes) que han hecho grandes cosas son los que han dado poca importancia a su palabra y han sabido embaucar la mente de los hombres con su astucia, y al final han superado a los que han actuado con lealtad. (…) Un señor que actúe con prudencia no puede ni debe observar la palabra dada cuando vea que va a volverse en su contra y que ya no existen las razones que motivaron su promesa”.

Quizá alguien piense que el autor florentino es un mal pensado. Pero Jessica Chastain, en su papel en el filme El caso Sloan, le replicaría sin titubear que “mal pensado es como llaman los ingenuos al exceso de candidez que ellos manifiestan”. Y es que en determinados contextos la verdad es una especie en peligro, y así lo ha sido desde siempre como ya ponía en evidencia Demócrito al afirmar que “de verdad sabemos nada, pues la verdad es un bien enterrado en un pozo abismal”.  Quizá por ello el pintor Jean Léon Gérôme recogió sobre lienzo ese momento en que la verdad, encarnada en mujer desnuda, sale del pozo. Y sobre el origen de esa desnudez de la verdad cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron:

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-“Buenos días”, dijo la mentira.

La verdad comprobó en efecto era así, y contestó: “Buenos días”.

-“Hermoso día”, añadió la mentira.

Y de nuevo la verdad comprobó que el día era hermoso, y no pudo más que replicar confirmándolo: “Hermoso día”.

-“Pues aún más hermoso está el lago…”, continuó la mentira.

Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. La mentira se acercó al agua y añadió: “Además, las aguas están cálidas, apetecibles para un baño. Nademos”.

La verdad, con cierto resquemor, tocó el agua con sus dedos y comprobó que así era. Entonces la verdad y la mentira se desnudaron y se metieron en lago, y disfrutaron del baño. Un poco después, la mentira salió del agua, se vistió con las ropas de la verdad y se marchó. Así que cuando la verdad salió del lago, vio que no estaban sus ropas, pero al no atreverse a vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar desnuda y todos con los que se cruzaba se horrorizaban al verla. Esto explica por qué aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad, antes que la verdad al desnudo.

Pero no perdamos la esperanza; si observamos con detenimiento el mencionado cuadro, veremos que la verdad porta en su mano derecha un látigo, sin duda para fustigar a los mentirosos…

Publicado el 15 de noviembre de 2019 en Valencia Plaza.