¿Y en el 2021 qué?

Foto: KIKE TABERNER

Foto: KIKE TABERNER

Los habituales propósitos de Año Nuevo, están actualmente bajo mínimos. 2021 ha comenzado sin rebajar la tensión: la pandemia no remite, cerca de tres millones novecientos mil desempleados, sin contar los casi 750.000 afectados por los ERTE, nos colapsa la borrasca Filomena, se produce un terremoto de magnitud 3,5 en Tous, se estrella un avión en Indonesia con 62 pasajeros, el Congreso de EE.UU. ha sido asaltado… Ya pronosticaba Alan Turing que podemos saber poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer. Tanto, que muchos memes de las redes sociales declaran su añoranza por el nefasto 2020.

Lo cierto es que todo tiempo tiene sus dificultades, y en medio de ellas, cada individuo trata de buscarse la vida, con distinto resultado en función de la combinación disponible de actitud y recursos. A este respecto, el sociólogo Pierre Bourdieu, consideraba que todos disponemos de tres tipos de capital que ponemos en juego compitiendo en el campo de la vida, y que tratamos incrementar: el económico, el cultural y el social.

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El económico se refiere al dinero y bienes disponibles, y se puede concretar calculando el tiempo que podríamos mantener nuestro estilo de vida habitual si no tuviéramos nuevos ingresos. El capital cultural comprende nuestro conocimiento y habilidades, es decir, lo que sabemos y qué hacemos con lo que sabemos. Por último, el capital social implica evaluar la red de relaciones, tanto en cantidad como en calidad.

Este es especialmente relevante, por ejemplo, en la búsqueda de empleo. No en vano los expertos en selección apuntan que entre el 60% y el 80% los empleos disponibles que no se publicarán en ningún sitio, y que se cubrirán gracias a contactos con compañeros de estudio, antiguos compañeros de trabajo, de asociaciones, ONGs, etc. Además, Granovetter encontró una asociación entre el nivel de ingresos del puesto y el método de consecución del trabajo: cerca de la mitad de los que habían empleado contactos personales reportaron ingresos superiores en un tercio a los de empleos obtenidos por los canales formales.

Ahora bien, junto a estos tres tipos de capital pueden identificarse otros nuevos. Por ejemplo, es conocido  el capital emocional, imprescindible para gestionar nuestras propias emociones, así como las relaciones con los demás. Autocontrol, asertividad, empatía y resistencia a la frustración, serían algunas de sus características.

Y finalmente, hay un capital físico, o también llamado erótico, según Catherine Hakim. Se refiere a la belleza, el atractivo sexual, la vitalidad, el saber vestirse bien, el encanto, el don de gentes y la competencia sexual. Aspectos todos ellos que resultan atractivos para nuestros congéneres, hasta el punto de que pueden influir positivamente en nuestras posibilidades de éxito. Por ejemplo, un estudio de Michael Kortt y Andrew Leigh, evidenció una relación creciente y positiva entre la altura y el salario.

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Claro que no todos estamos dispuestos a hacer el esfuerzo de cuidar y desarrollar estos diferentes activos. Así, por ejemplo, en cuanto al capital físico o erótico es curioso constatar el dato aportado por el CIS del pasado diciembre: 1 de cada cuatro españoles reconoce que ha cambiado sus hábitos en cuanto a cuidados personales (aseo, vestirse, arreglarse...), y de estos, el 50% o no se arregla todos los días, o al menos pone menos esmero.

Al parecer, este comportamiento se enmarca dentro un contexto más amplio, pues ese mismo estudio del CIS indicaba que el 50,9% considera que la pandemia le está cambiando su forma de pensar entre bastante y mucho. Siendo los aspectos más relevantes de ese cambio la toma de conciencia de la fragilidad de la vida y de lo que realmente es importante, al tiempo que vive con más miedo e intranquilidad.

Ojo con esto, porque como afirmaba el personaje de Javier Cámara en el filme Vivir es fácil con los ojos cerrados: “la vida es como los perros; si te huelen el miedo te tiran a morder”. Por eso, ante cualquier crisis, parece más conveniente mantener un espíritu optimista, porque son los pensamientos y el lenguaje positivos los que permiten a nuestro cerebro encontrar la fortaleza y la perseverancia para seguir adelante, y tener la energía para aprovechar el contexto extrayendo las pocas oportunidades que parezcan existir; eso sí, con esfuerzo, y tras reevaluar nuestros recursos o capitales.  Víctor Hugo lo resumía así: “el futuro tiene muchos nombres, para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos, lo desconocido; para los valientes es la oportunidad”.

¡Buen 2021!

Publicado el 12 de enero de 2021 en Valencia Plaza.

Este experimento, ¿servirá para algo?

Imagen de la película 'Week-end", de Jean-Luc Godard, basada en la obra 'La autopista del sur', de Julio Cortázar

Imagen de la película 'Week-end", de Jean-Luc Godard, basada en la obra 'La autopista del sur', de Julio Cortázar

"…No era posible que eso hubiera terminado para siempre (…) y que ya no se supiera bien por qué tanto apuro (…) el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante". Así concluye el relato corto La autopista del sur. En él, Julio Cortázar nos describe un enorme embotellamiento de coches que dura varios días, durante el cual, y ante la imposibilidad de moverse, se generan nuevos hábitos y relaciones. Hasta que por fin, de nuevo los coches se ponen en marcha y se recupera la normalidad, olvidando lo que había pasado.

¿Va a suceder lo mismo en esta ocasión? ¿Aprenderemos algo de esta crisis? Y si así fuera, ¿lo pondremos en práctica? La pandemia de la covid-19 ha propiciado que estemos viviendo el "experimento imposible". Parar casi todo el mundo durante casi 3 meses. Una situación que solo los autores de ciencia ficción habían podido imaginar.

En cierto modo, esta pandemia ha venido a convertirse en el ejemplo cumbre del mundo VUCA del que hace tiempo que se habla. Y está poniendo a prueba las capacidades de la sociedad en su conjunto y de cada uno de nosotros en particular. Capacidad para anticiparse, capacidad para comprender las consecuencias de las acciones que se adoptan, capacidad para apreciar la concatenación entre los diferentes factores que concurren, así como para estar preparados para nuevos desafíos, y para interpretar las oportunidades.

Sabemos que se está trabajando en la vacuna contra la covid-19 y sus efectos para la salud. Pero quizá deberíamos investigar también antídotos complementarios que nos prepararan para otros efectos que van más allá de los directamente fisiológicos, porque aunque muchos quisieran volver a lo de antes, lo de antes ya no existe, ni existirá. Esta es la combinación que sugiero:

-Para la volatilidad: "planificol", para planificar, anticipar y prevenir los problemas. "Un plan no es nada, pero la planificación lo es todo", advirtió Eisenhower. Los cambios se preparan antes. Por ello necesitamos aumentar nuestra capacidad para imaginar situaciones alternativas y sus consecuencias, porque si algo está demostrando esta crisis es que también puede pasar "lo imposible".

-Para la incertidumbre: "sorpresín", que nos de flexibilidad para adaptarnos a los cambios y a los retos. Ya advertía Darwin que la especie que sobrevive no es la más fuerte, ni la más inteligente, sino la que es más adaptable al cambio. Por eso a los elefantes les cuesta mucho adaptarse, mientras que las cucarachas sobreviven a todo. Y es que hay quien se prepara para el cambio, mientras que otros se preparan para resistir al cambio, o como diría Morgan Freeman en Como Dios, son los que hacen "lo de siempre, miran hacia el cielo y no hacen nada".

-Para la complejidad: "evaluacor", para apreciar la interrelación entre las variables que nos afectan y entender los efectos de nuestras acciones. Porque en la vida no hay, así como así, premios ni castigos, sino consecuencias. Un ejemplo: en 1888 se botó el submarino de Isaac Peral, la primera nave propulsada eléctricamente y que, además, incorporaba un torpedero bajo el mar. Este revolucionario avance en la navegación militar fue finalmente desechado por el Ministerio de Marina siguiendo la recomendación de los técnicos de la Armada. Diez años después, consumada la pérdida de las colonias, Dewey, el almirante estadounidense que tomó las Filipinas, manifestó: "Con un submarino como el suyo no hubiéramos podido entrar en Cavite".

-Para la ambigüedad: "empatizín", que nos permita comprender una situación y la contraria, y nos proteja de creer que todo es "blanco o negro", al tiempo que seamos capaces de identificar y aprovechar las oportunidades cuando se presenten. No olvidemos que a la diosa Ocasión se la representa apenas apoyada sobre la punta del pie para indicar que no se fija en ninguna parte, con alas en los tobillos para mostrar que está dispuesta a volar con facilidad, y que la pintan con cabellera solo en la frente, y no en la parte posterior de la cabeza, de modo que nadie que la haya dejado pasar podrá luego cogerla.

Esta crisis nos ha hecho descubrir que lo que parecía imposible no lo era tanto. Por ejemplo, se ha comprobado que se puede teletrabajar sin que la productividad se resienta y sin que merme la confianza que debe tenerse en los profesionales de las organizaciones. Y también hemos tomado conciencia de que la valoración de los puestos merece ser reconsiderada a la luz de cuáles han sido los verdaderamente esenciales durante la crisis. No lo desaprovechemos del todo. Porque es cierto que seguramente aprenderemos algo, pero también lo es que no todos, ni en la misma cantidad, y que serán bastante menos los que realmente lo pongan en práctica. De estos será el futuro.

Publicado el 12 de junio del 2020 en Valencia Plaza

La suerte no es una lotería

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En estas fechas nos volvemos a plantear si vale la pena jugar o no a la Lotería. En general, somos conscientes de que las posibilidades de resultar agraciados son bajas. De hecho casi la mitad de los españoles jugamos “por si le toca a otro”, ya que en la práctica, las posibilidades de ganar el Gordo de Navidad son de 1 entre 100.000. No tan pocas si las comparamos con las de ganar el Euromillón: 1 por cada 75 millones. De hecho es más fácil morir por la descarga de un rayo, 1 entre 3 millones, salvo que te llames Roy Cleveland Sullivan. Roy era un guarda-bosques estadounidense que fue alcanzado por 7 rayos entre 1942 y 1977, sobreviviendo en todas las ocasiones. Eso es suerte: tanto por la reiteración del suceso como por la supervivencia.

Pero aunque la suerte tiene bastante de fortuita o casual, también es cierto que la suerte de cada uno de nosotros es, al fin y al cabo, el devenir de acontecimientos a los que nos enfrentamos en el curso de nuestra vida. Cómo gestionarlos y si asumimos o no nuestra parte de responsabilidad personal en ello, depende de nuestra actitud. A este respecto, ya en el siglo XVII, Baltasar Gracián sugería algunos consejos en su libro El arte de la prudencia:

-        La buena suerte tiene sus reglas. No todo son casualidades para el sabio; el esfuerzo puede ayudar a la buena suerte. Algunos se contentan con ponerse confiadamente a las puertas de la Fortuna y esperar que ella haga algo. Otros, con mejor tino, entran por esas puertas y utilizan una audacia razonable que, junto con su virtud y valor, puede alcanzar la buena suerte y obtener sus beneficios.

-        La mala suerte es, con frecuencia, culpa de la estupidez y no hay contagio más pegadizo para los próximos al desdichado. En la duda lo mejor es acercarse a los sabios y prudentes, pues tarde o temprano dan con la buena suerte.

-        No hacer ostentación de la suerte. Presumir de hombre importante es odioso; debía bastar con ser envidiado.

-        Prepararse en la buena suerte para la mala fortuna. Es bueno conservar para el mal tiempo, pues la adversidad es difícil y carece de todo. Es mejor tener una reserva de amigos y de agradecidos, pues algún día se valorará lo que ahora no parece importante. La villanía nunca tiene amigos en la prosperidad porque los desconoce. En la adversidad ellos la desconocen a ella. Por cierto, el Fondo Nacional para la Educación Financiera (NEFE) apunta que el 70 % de los ganadores de una lotería se gasta todo el premio en solo cinco años.

-        Conocer su buena estrella. No hay nadie tan desamparado que no la tenga. Si se es desgraciado es por no conocerla. Unos están junto a los poderosos sin saber cómo ni por qué, otros tienen el don de los sabios, alguno fue mejor aceptado en una nación que en otra, alguien tiene más éxito en un empleo que en otro, con los mismos méritos. Cada uno debe conocer su suerte, igual que su capacidad: en eso va perderse o prosperar. Hay que saber seguir y ayudar a la buena estrella.

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En esta línea, más recientemente el psicólogo Richard Wiseman, autor de El Factor suerte, realizó un estudio sobre más de 1.000 sujetos agrupados en dos bloques según se consideraran afortunados o desafortunados. Sus conclusiones fueron que la suerte se relacionaba directa y positivamente con cuatro factores:

-        Maximizar las oportunidades: estar abierto a nuevas situaciones, y aprovechar la interacción con otros entornos y personas que dichas situaciones generan.

-        Hacer caso a la intuición, entendida como expresión destilada de la experiencia que cada uno va adquiriendo en la vida, y de la que no siempre somos conscientes.

-        Desarrollar una actitud optimista: una actitud motivada potencia nuestras capacidades (innatas o adquiridas), y la constancia requerida para conseguir los objetivos.

-        Gestionar positivamente la adversidad: extrayendo las lecciones de la experiencia, y convirtiendo el fracaso en aprendizaje preventivo.

En cualquier caso, en la fórmula de la suerte, no debemos olvidar un ingrediente fundamental que hay que cultivar, y que le explicaba Rodrigo Santoro a Alexis Bledel en el filme Recién Graduada: “Me he dado cuenta de que lo que haces en la vida es solo la mitad de la ecuación; la otra mitad, quizá la más importante, es con quién estás mientras lo haces”.

Publicado el 29 de diciembre de 2019 en Valencia Plaza.