Nadie os echa(rá) de menos
/“El trabajo más exigente que he tenido ha sido peinarme el pelo”, afirmaba ufano un tal James en una de las temporadas del reality Geordie Shore, del que tuvimos una versión española llamada Gandía Shore. Quizá este estereotipo fuera el que inspirara las recientes declaraciones de la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, cuando criticaba las prestaciones y salarios destinados a quienes, a su juicio, no están suficientemente preparados, pues abandonaron los estudios al calor de la burbuja inmobiliaria, y después no se han reincorporado ni al mercado de trabajo, ni al de la formación. Y esta posición la llevó hasta el punto de defender un salario mínimo inferior para estos desempleados, en lo que sería la evidencia de lo que afirma el protagonista del filme El Capital, de Costa-Gavras: “si no te respetan te pagan poco”. Cierto es que Mónica Oriol acabó pidiendo disculpas por esta opinión, y reconoció que “todas las personas tienen dignidad y valía, con independencia de su formación profesional”. Esto mismo ya lo afirmaba Samaniego, en su fábula titulada “El león con su ejército”, en la que critica a quienes creen que no es posible dar útil empleo a todas las personas.
La verdad es que con un paro registrado de 4,8 millones de personas, poca broma cabe. España se ha caracterizado en los últimos 30 años por unas tasas de desempleo estructural muy por encima de las de cualquier país desarrollado, y en ese tiempo no se ha dado con el remedio que lo solucione, salvo esporádicas mejoras coyunturales, y eso que contamos con las mejores escuelas de negocios del mundo, según todos los rankings. Quizá pensemos que el problema se solventará solo, o al menos cuando nuestra decreciente tasa de natalidad, la más baja de Europa, y una de las más bajas del mundo, acabe equiparando la población con el empleo demandado. Tomás Burgos, secretario de Estado de Seguridad Social, afirma que para reducir el desempleo 1 punto –unos 167.000 puestos de trabajo- habría que rebajar “entre cinco y seis puntos” las cotizaciones sociales, y para compensarlo, el IVA tendría que ser del 29%. Sin embargo, en un estudio reciente del BBVA se defiende que con una reducción de cotizaciones de 3,5 puntos, y un IVA del 23% se crearían 200.000 puestos de trabajo en dos años. ¿Quién tiene razón? Lo que está claro es que los peores deberes son los que no se hacen, y entre tanto las personas tenemos que ganarnos la vida de algún modo.
Ahora bien, no podemos extrañarnos de encontrar visiones opuestas. Es más, cabría pensar que es lo habitual en estos tiempos, y ejemplos los hay en abundancia. Si el Informe de Caritas sobre “Empobrecimiento y Desigualdad Social” constata que España es el segundo país de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil, el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro no duda en quitar hierro al asunto; si Eurostat revela que las cinco primeras regiones de la Unión Europea por tasa de desempleo son españolas, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, se apresta a recordar que nuestro PIB crecerá al 1% en 2014, y el 1,5% en 2015; si según Cristine Lagarde, el informe semestral de Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) presenta a España con el riesgo de deflación más alto, el Banco de España lo considera remoto… Tal es la capacidad de interpretar la misma realidad con diferente sesgo, que si el video de campaña del PP para las elecciones europeas se titula “nadie os echa de menos” refiriéndose al PSOE, la versión a la contra de las juventudes del PSPV, no ha tenido que cambiar el contenido un ápice.
En efecto, sin mayor esfuerzo y con solo cambiar algunos fotogramas consiguen un contenido cuyo lema es igualmente “nadie os echará de menos”, refiriéndose al PP. En fin, para qué seguir, como afirmaba el personaje de Gregory Peck en Las nieves del Kilimanjaro, “empiezo a sospechar que el que un avión sea más veloz que el caballo, no supone que estemos mejorando”.
No obstante, mientras tanto la vida sigue, y como ocurre en cualquier organización, las mejores personas no pueden garantizan el éxito, pero una mala gestión de las mismas sí que puede asegurar el fracaso, porque la estrategia de recursos humanos es clave. Y un país no es diferente. Como expresa un refrán japonés, “ninguno de nosotros es tan inteligente, como todos nosotros juntos”, y por ello no podemos permitirnos el lujo de prescindir de nadie. Si pensamos, como apuntaba Samaniego hace 200 años, que es posible aprovechar lo mejor de cada uno para darle un empleo, estaremos construyendo el camino que contribuirá mejor que cualquier otra medida a redistribuir la riqueza y reducir la desigualdad. Como dijo el presidente norteamericano Woodrow Wilson: “no solo deberíamos usar todos los cerebros que tenemos, sino que deberíamos pedir prestados todos los que podamos”. Publicado en Valencia Plaza, mayo 2014