Las 8 características del "mentiroso top": resignificando...

Dionisio I tirano de Siracusa, trataba fatalmente a sus habitantes, tanto que todos sus súbditos rogaban por su muerte. Todos menos una anciana, que al contrario que sus conciudadanos rezaba todos los días por la salud de Dionisio. Al saberlo, el tirano, intrigado, le preguntó por qué lo hacía. La anciana le explicó que, a lo largo de su vida, ya había conocido a otros dos tiranos antes que él, y que también como los demás ciudadanos en cada momento había pedido por la muerte del tirano correspondiente, pero que cada vez que uno fallecía le sucedía otro muchísimo peor, y de ahí su actual preocupación.

¿La utilidad es la única verdad?

Tras las últimas elecciones de julio sigue en el ambiente los reproches y las acusaciones de mentiras y medias verdades que ya aparecieron durante los debates previos. Nada sorprendente, pues vivimos un momento en el que se abre paso el concepto de “resignificación”. Este concepto, aunque no se recoge por la RAE, se define como otorgar un sentido diferente a un hecho a partir de una nueva interpretación.
Decía el filósofo Sanders Peirce, fundador del pragmatismo, que la verdad es la versión de la realidad que mejor funciona para nosotros, de modo que las cosas son buenas, no en sí mismas, sino por las consecuencias prácticas que ofrecen para lo que el sujeto quiere obtener. Entonces, ¿hasta qué punto es censurable que el dirigente de un país mienta para estar en posición de ventaja ante un enemigo, ya sea porque diga algo falso, ya porque omita una información esencial?

Un paso más en esta línea lo propondrá Richard Rorty, al afirmar que el ser de las cosas se reduce a su utilidad en la práctica, y su valor queda establecido por la capacidad de negociación. Es decir, no importa la verdad en sí misma. La única verdad será, por tanto, la utilidad.

El arte de gobernar consiste en ser honrado

Incluso bastante antes, Maquiavelo ya nos advertía que "en los actos de todos los hombres, y especialmente de los gobernantes, lo que importa es el fin. A un gobernante solo debe preocuparle mantener el Estado, porque siempre se considerará que los medios son honorables y dignos de la alabanza de todos, dado que las masas solo ven las apariencias y los resultados de los asuntos, y el mundo no es otra cosa que las masas”.

Y es que, según el autor florentino, la mayoría de la gente es egoísta, corta de miras, inconstante, con tendencia a imitar y fácil de engañar. Ahora bien, también aclaraba que esas maniobras solo eran aceptables cuando se hace por el bien público, y que la intriga y el engaño no pueden convertirse en un fin en sí mismos. Porque como afirmaba Thomas Jefferson, “todo el arte de gobernar consiste en ser honrado”.

En caso contrario, nos encontraríamos ante entornos corruptos, en los que el poder público procura obtener una ventaja indebida, y genera restricciones para el ejercicio de los derechos fundamentales. Sobre este asunto es interesante revisar el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional. Este indicador evalúa los niveles de corrupción percibida en el sector público de 180 países.
España ocupa la posición 35 del IPC de 2022, junto con Botswana, Cabo Verde, y San Vicente y las Granadinas. Los tres primeros puestos son para Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda, por este orden. Nuestro país desciende así un puesto con respecto al IPC 2021 y tres con respecto al IPC 2020. Por otro lado, España se mantiene en el puesto 14 de los 27 Estados Miembros de la Unión Europea.

Las 8 características del "mentiroso top"

Vemos pues que la mentira y la corrupción siguen siendo tan antiguas como actuales, y no siempre fáciles de descubrir y combatir. Decía cínicamente Casey Affleck en el filme El demonio bajo la piel, “si pudiéramos suprimir las mentiras, ¿qué haríamos sin ellas?”. El psicólogo Paul Eckman propone 8 características del “mentiroso top” que tal vez nos ayuden a identificarlos:
1. Experiencia previa en mentir
2. Inventiva en el embuste
3. Buena memoria
4. Lenguaje persuasivo
5. Uso de los músculos faciales para enfatizar la exposición
6. Habilidad teatral
7. Autoconvencimiento de su propia mentira
8. Sin temor a la culpa o la vergüenza
Cuanto mejor desarrolle estas habilidades, más difícil será detectar al mentiroso. De todos modos, quizá sea más fácil de lo que pensamos, porque, al menos en la política, la sabiduría popular afirma que un político miente desde el mismo momento que mueve los labios.

Publicado en La Vanguardia, 19 de agosto de 2023

¿Decisiones racionales o emocionales?

Ya lo advertía Patxi Andión interpretando al detective Carvalho, en el filme Asesinato en el Comité Central, cuando le decía al comisario Fonseca, encarnado por José Vivó: “soy víctima de una lógica personal y profesional que aunque pueda conducirme al desastre no puedo evitar”. Y es que el ser humano es lo suficientemente complejo como para no poder separar tajantemente la emoción de la razón en la toma de decisiones y esto tiene sus implicaciones.

Los estudiosos están de acuerdo en distinguir entre unas emociones primarias, en buena medida automáticas, innatas y establecidas por la evolución, y unas emociones secundarias, que si bien tienen su origen en las primarias, no son innatas, se desarrollan con el crecimiento del individuo y su interacción social. Según Eckman, las emociones primarias son básicamente seis: miedo, ira o cólera, tristeza, alegría, sorpresa y asco. Entre las emociones secundarias encontramos la envidia, la vergüenza, el ansia, la resignación, los celos, la esperanza, la nostalgia, el remordimiento o la decepción. Las emociones suelen ser relativamente efímeras, pero cuando, especialmente las emociones secundarias, se reelaboran y alargan su duración, se convierten en un sentimiento más o menos persistente, y así por ejemplo, la tristeza deviene en depresión.

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont

Por eso cuando en los últimos tiempos y con relación a la cuestión catalana se insiste en el retorno a la cordura, a la racionalidad, el diálogo y el sentido común, hay que reconocer que es un asunto antropológicamente complejo. Antonio Damasio planteó un juego en que se dispone de 4 tipos de barajas de naipes, con cartas que otorgan premios o penalizaciones de dinero. Dos de las barajas ofrecen premios altos pero también penalizaciones tan altas que pueden suponer la pérdida de todo el dinero que se le asignaal participante. Las otras dos barajas proporcionan premios y penalizaciones bajas, permitiendo ganar cantidades de dinero modestas pero significativas. En cada jugada el participante puede escoger de qué baraja coger una carta. El hecho es que al cabo de unas cuantas jugadas se percataba de que unas barajas eran peligrosas, mientras que otras daban ganancias pequeñas pero más seguras. A partir de este momento lo normal es que se inclinara por las cartas de estas últimas barajas.

Pero había un grupo donde esta conducta no se producía, y pese a haber detectado la diferencia entre unas y otras barajas y sus consecuencias, no hacían ese cambio, con lo que acababan sufriendo pérdidas. Se trataba de los jugadores afectados con lesiones frontales. Damasio concluye que este grupo sufre una especie de “miopía para el futuro” de modo que la lesión que padecen les impide construir el escenario a largo plazo de las consecuencias del juego, y que no perciben cambios fisiológicos en su organismo que les anticipen los resultados de la decisión y el eventual riesgo en el que incurrirán (lo que Damasio denomina “marcador somático”).

Pero no es necesario sufrir alguna lesión para que la razón se vea alterada por la emoción. En 2003 la revista Science publicó un estudio sobre la toma de decisiones. Se trataba de un juego en el que había dos participantes; a uno se le daba 10 dólares, y se le pedía que lo repartiera con el otro participante que sabía que tenía esos 10 dólares. Este segundo jugador podía aceptar la oferta –cualquiera que fuera el porcentaje de reparto- , en cuyo caso recibía la parte del dinero que se le había ofrecido, o podía rechazarla. En este último caso, ambos jugadores lo perdían todo. Parece lógico que más vale aceptar algún reparto antes que perderlo todo, pero no era esto lo que pasaba. La mayoría de participantes acababa haciendo una valoración moral, no racional, de la propuesta, rechazaban las ofertas demasiado bajas, y en consecuencia las dos partes lo perdían todo. Ahora bien, curiosamente los resultados del experimento fueron distintos según donde se realizaba: los campesinos de América del Sur y de África presentaban mayor tendencia a aceptar la oferta de reparto aunque fuera muy desigual, frente a los participantes de los países occidentales industrializados y ricos. Así las cosas, reconozcamos humildemente que a la hora de decidir, como espetaba Goethe, “somos todos tan limitados, que creemos siempre tener razón”. Publicado en Valencia Plaza 6 de octubre 2017