¿Cómo saber en quién se puede confiar?
/Jon Snow le explicaba a su hermana Arya Stark en la última temporada de Juego de Tronos, que “si solo confías en aquellos entre los que te criaste nunca tendrás muchos aliados”, y esto parece que les pasa a nuestros políticos. Adriana Lastra, portavoz socialista en el Congreso, ha afirmado que “no se da la confianza para un gobierno de coalición” con Unidas Podemos. Por su parte, Pablo Iglesias recuerda que “está bien desconfiar de quien no cumple sus promesas” refiriéndose a Pedro Sánchez. Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid y secretaria de Política Municipal de Ciudadanos, ha manifestado que su partido sufre un “problema de confianza” con el PSOE. Y Pablo Casado dirigiéndose al presidente en funciones le espetó en el fallido debate de investidura del pasado julio: “usted no es una persona de fiar”.
En general, nadie se fía de nadie, nadie es digno de la confianza del adversario, y entre tanto la configuración de un gobierno del estado se complica. Parece que todos hagan suya la letra de Fangoria, en su canción ¿De qué me culpas?:
Es tu opinión, no es la verdad
Y no tengo la culpa yo de que todo te venga mal
No te debo una explicación ni me voy a justificar
¡No daré ni un paso atrás!
¿Vivimos en un país de desconfiados?
Lo cierto es que tampoco los ciudadanos parecen fiarse de los políticos. El barómetro del CIS del mes de julio pasado reiteró la inclusión de la clase política en el pódium de preocupaciones de los españoles, en segundo lugar tras el desempleo (38,7%). Y aunque esa medalla de plata, con un 18,2%, está a gran distancia del primer puesto, no deja de ser relevante que la clase dirigente aparezca considerada como un problema principal, hasta el punto de estar por delante de la corrupción (8,4%) y los problemas de índole económica (7,4%).
Claro que en general nuestro país es bastante desconfiado. Según la Encuesta Mundial de Valores ola 6 (2010-2014) – la ola 7 está elaborándose actualmente- el 78% responde que hay que ser muy cuidadoso en el trato con los demás, frente al 17% que considera que se puede confiar en la mayoría de la gente. Algo que contrasta, por ejemplo, con Holanda donde esos porcentajes se invierten, con un 32% y 66%, respectivamente.
Y es que la desconfianza va por países. Entre los estados miembros de la OCDE, de promedio solo un 43% de sus habitantes afirma confiar en su gobierno, siendo los países nórdicos los que superan con creces ese valor, mientras que España no lo alcanza. Pero también es verdad que no debemos pensar que estamos solos en esta percepción.
Por ejemplo, en los Estados Unidos, la encuesta realizada por la agencia Gallup en diciembre de 2018, sobre el grado de honestidad y estándares éticos de 22 profesiones, mostró que los encuestados situaron a los congresistas en el último puesto (solo recabaron un 8% de valoraciones altas o muy altas). La calificación más alta de la honestidad y la ética la obtuvo, como en los 16 años precedentes, el colectivo de enfermeras.
Por cierto, los ejecutivos de negocios ocuparon el puesto 17º, y los líderes sindicales el 15º, de ese total de 22. Sin duda la dirección es un elemento clave en todas las organizaciones y en todas las empresas, ya que en ella reside la capacidad de diseñar la estrategia y tomar las decisiones clave, por lo que si los integrantes de la organización, ya sean los ciudadanos en el caso de un país, o los empleados en el caso de una empresa no confían en sus dirigentes, la probabilidad de conseguir los objetivos con la precisión y la velocidad adecuadas, se reducen drásticamente.
Y esto no es irrelevante: Knack y Keefer estudiando una muestra de 29 naciones, hallaron que la confianza social estaba asociada con un mejor desempeño económico, y Fukuyama ya advirtió de que la confianza era la forma más barata de gestión, porque no necesitaba de mecanismos de control.
7 indicadores de confianza
Decía el poeta romano Juvenal, que “confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza”. Y para separar el trigo de la cizaña, quizá podamos seguir a Daniel Goleman, el gurú de la inteligencia emocional, que considera la confiabilidad como una de las competencias emocionales clave, basada en dos pilares, la responsabilidad y la integridad. Goleman nos proporciona 7 pistas para identificar esas cualidades en nosotros y en los demás. Así, podremos confiar en alguien cuando:
1. Actúa éticamente,
2. Es honrado y sincero,
3. Admite sus errores,
4. Adopta posturas fundamentadas aunque resulten impopulares,
5. Cumple sus compromisos,
6. Se responsabiliza de sus objetivos,
7. Es organizado y cuidadoso en su trabajo
A la vista de estos indicadores ¿es usted alguien en quien se puede confiar? ¿Y su jefe? Desafortunadamente, parece que nuestros líderes políticos no encuentran esas cualidades en sus oponentes; ante tal panorama, si el acuerdo no puede estar basado en la confianza, habrá que generarlo “con-fianza”, es decir, incluyendo garantías que refuercen el cumplimiento.