La gestión del miedo
/La juez pregunta: "¿Sabe usted por qué se tardó 24 años en regularizar?" El hombrecillo menudo se aferra con la mano derecha a la mesa que tiene pegada a él, al tiempo que apoya su cabeza en la mano izquierda y contesta escuetamente: "Per por (por miedo)". La juez, repregunta: "¿Miedo a qué?" El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, ríe nerviosamente antes de contestar...
Quizá este episodio refrende la idea de que el miedo es uno de los pocos elementos que nos une a todos los seres humanos, democráticamente y sin excepción de género o condición, porque "el miedo dura más que el amor" según explicaba el gangster interpretado por Chazz Parmentieri en "Una historia del Bronx". Un elemento que desgraciadamente es mucho más frecuente de lo que podríamos intuir desde nuestra burbuja de país del primer mundo.
El año 2014 concluyó con un balance que no se producía desde el final de la Segunda Guerra Mundial: más de cincuenta millones de refugiados por guerras. Se estima que hay grupos armados en 35 países, que provocan masacres y huidas desesperadas. Esta situación parece confirmar lo que expresó el médico y premio Nobel de la paz Albert Schweitzer al decir que "el miedo reina sobre la vida". Sin duda, las ejecuciones difundidas por el grupo yihadista Estado Islámico (El), que también ha reivindicado el reciente asalto al tunecino Museo del Bardo, o los secuestros de niñas por Boko Haram contribuyen a extender este sentimiento y, con la sola mención de sus nombres, llevan al extremo la generación de una respuesta condicionada de miedo y terror.
Reflexionaba José Luis Sampedro que "gobernar a base de miedo es eficacísimo. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella, pero los explota, los engancha a un carro... Ellos pensaran: bueno, al menos no nos ha degollado". Lo cierto es que la utilización del miedo como elemento de manipulación e influencia está presente en todos los tiempos y sociedades con mayor o menor grado de sutileza.
Y que esto es así, incluso desde la infancia, lo demuestra la condena del Consejo de Europa a Francia por no prohibir expresamente en su legislación los castigos corporales a los niños, en referencia a los azotes y los cachetes como castigo por un mal comportamiento. Lo cierto es que 20 de los 47 países miembros del Consejo de Europa, están en la misma situación. Y lo curioso es que si el niño tiene miedo a ser castigado, también los padres lo tienen, aunque de otro tipo, y, por ejemplo, estarán preocupados por su futuro, ante el hecho de que el chaval no estudie. Porque el miedo como emoción primaria que es, se concreta en la ansiedad que nos produce un riesgo real o imaginario de que nos suceda algo contrario a lo que deseamos, y eso puede no tener límites.
Ante ese miedo los humanos reaccionamos parapetándonos más o menos en diferentes estrategias según nuestra personalidad dominante. Así, Erich Fromm, autor de "El miedo a la libertad", identificó cinco tipos de personalidad que denominó improductivas, en tanto que evitan asumir la responsabilidad sobre los propios actos. La persona "receptiva" se conforma con el estado de las cosas tal como están, es más proclive a seguir que a dirigir, y en casos extremos adopta el papel de víctima.
La persona "explotadora" tiende a apoderarse de los bienes de los demás, en lugar de ganárselos. El tipo "acumulador", valora incluso a sus seres queridos en términos materiales, mientras que el tipo "mercantil" está especialmente preocupado por la imagen, la autopromoción y el consumismo. Una quinta categoría, la más negativa, la constituyen las personas "necrófilas", que solo buscan destruir, obsesionados por el control e imponer la ley y el orden. Frente a estas personalidades, Fromm situó al "hombre sin máscara", la personalidad "productiva", que emplea la flexibilidad, el aprendizaje y la sociabilidad para encontrar soluciones.
Así pues, la clave para Fromm está en ser responsables de nuestros actos, estando dispuestos a cambiar nuestras convicciones si hay pruebas para ello, porque debemos afrontar la vida con racionalidad y una mente abierta, y solo debemos temer al hombre de un solo libro, según aconsejaba Santo Tomás de Aquino.
Y quizá así lo vieron buena parte de los griegos, cuando decidieron dar su apoyo a Syriza, pese al último spot electoral con el que Nueva Democracia, el partido del gobierno griego hasta las recientes elecciones de enero, intentó convencer sin éxito al electorado heleno y cuyo contenido decía literalmente: "Syriza gana las elecciones. Pocos días después colapsan las negociaciones entre Tsipras y los acreedores de la deuda griega. Se desata una crisis de liquidez. El Estado se queda sin dinero. Grecia declara el impago de su deuda. Los turistas dejan de venir. Se dejan de pagar las pensiones. Se acaba la gasolina. También las medicinas".
Advertía Leonardo da Vinci que "aquel que más posee, más miedo tiene de perderlo". Y alternativamente podemos deducir que los que menos poseen, menos miedo a perderlo tienen. Tantos años de crisis como la actual pueden haber servido para hacer aflorar ese sentimiento, y así parece traslucirse en las encuestas de intención de voto de nuestro país que, cada vez más, otorgan un sustancial respaldo a nuevos partidos como Ciudadanos o Podemos, alternativos a los dos tradicionales, PP y PSOE. En definitiva, como sentenciaba Napoléon Bonaparte, solo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés. Y sin duda, el juego combinado de ambas multiplica su efecto de modo exponencial. Publicado en Valencia Plaza, 24 marzo 2015