Empleo o salario: el dilema del prisionero (2ª parte). Publicado en Levante EMV 6 ene 2013

En efecto, recuerdan los expertos en negociación Roger Fischer, William Ury  y Bruce Patton, que ambas partes deben identificar siempre cuál es su mejor alternativa posible para el supuesto de que finalmente se alcance un acuerdo, ya que ese indicador concreta el límite de la cesión que estarían dispuestas a realizar. Si estuvieramos de acuerdo con el personaje de José Orjas, en el filme de José Mª Forqué “Atraco a las tres” (1962), afirmaríamos que “el trabajo es la única lotería que tenemos los que tenemos trabajo”. A título individual, y desde un punto de vista económico, podríamos pensar que cualquier opción que nos permita seguir ingresando un salario superior a lo que cobraríamos de la prestación por desempleo debería ser considerada; desde un punto de vista de empleabilidad, afirman los expertos que siempre es más fácil encontrar trabajo mientras se está trabajando, dado que, entre otras consideraciones, el candidato presenta un perfil actualizado en las últimas prácticas profesionales, además de que su red de relaciones, con compañeros, clientes o proveedores, está mejor posicionada para acceder a nuevas oportunidades. Y esto es especialmente cierto, dadas las actuales dificultades para encontrar un empleo semejante con igual retribución, puesto que ante el aumento de candidatos idóneos en el desempleo y la escasez de ofertas laborales, la simple acción de la ley de la oferta y la demanda está deflactando los nuevos salarios.

Y si esto es así de lógico, ¿por qué el resultado habitual es tan poco esperanzador? En 1950, el matemático   A. Tucker enunció el llamado “dilema del prisionero” que demostraba que solo la cooperación entre las dos partes implicadas proporcionaba la mejor solución para ambas, y que la desconfianza respecto al otro, o la tentación de aprovecharse del otro, conlleva inevitablemente que ambas partes salen perdiendo. Por tanto, conociendo cuál es la mejor solución y cuáles son los riesgos para que se frustre, parece que los esfuerzos deberían centrarse en establecer garantías que impidan que ninguna de las partes se pase de lista. Empresa y trabajadores saben que solo con el acuerdo ambos pueden seguir adelante; si no lo consiguen, ambos perderán, y si una de las partes pretende hacer valer su poder para aprovecharse de  la otra, puede que a corto plazo logre su objetivo, pero a la larga, también fracasará. Sin duda es un momento delicado en el que solo la racionalidad de las decisiones, dejando aparcadas las emociones, permite aumentar las posibilidades de éxito, como defendía y demostraba Kevin Spacey en la película “Black Jack 21” (2008) como único método para ganar en el juego.