Organización y poder (2ª parte). Publicado en Levante EMV (21 octubre 2012)

Ninguna de estas formas organizativas es mejor per se, sino que dependerá de las circunstancias y el contexto que pretendan abordar. De igual modo que los paisanos del pueblo en el que transcurre la película de José Luis Cuerda, Amanece que no es poco (1988), recibían a Rafael Alonso al grito de: ¡Alcalde, nosotros somos contingentes, tú eres necesario!, desde el punto de vista organizativo, podríamos decir que la organización es necesaria, pero las formas son contingentes. Ahora bien, desde el punto de vista del poder y del margen de actuación de que disponen sus integrantes, las cuatro formas expuestas, van de menos a más. Es decir, en un extremo la organización funcional sería equiparable al estado centralizado, en el que la participación está controlada por la cúspide jerárquica, mientras que en el lado contrario las organizaciones que trabajan en red se asemejarían a estados independientes que se alían en función de su conveniencia y del talento o recursos necesarios en cada momento. Por ello cada modelo expuesto facilitará o no las cinco tendencias que, según Alicia Kauffmann, se experimentan en cualquier organización: la de centralización por parte de la alta dirección, la de balcanización por los directores de línea intermedia, la de la formalización por la tecnoestructura, la de la profesionalización por parte del personal, y la de colaboración por parte del staff de apoyo. Se genera así un complejo equilibrio, o mejor dicho, desequilibrio de poderes, en tanto que los intereses son heterogéneos, cuando no contrapuestos, y es inevitable en general que la interdependencia propia de la organización implique que la decisión tomada en un ámbito, acabe afectando a otro de una manera que no siempre es la deseada. Si a esto añadimos que los recursos son limitados, especialmente los que son claves, la situación de conflicto está servida. A la vista de lo dicho, en este contexto puede resultar ingenua la idea de que en cualquier caso, por encima de esas pugnas lo importante es la organización, pese a lo que afirmaba el personaje de Robin Williams en la película El hombre del año (2006): “no existen ni los demócratas ni los republicanos, sólo existen los Estados Unidos”.