Vacaciones estoicas

Con el verano llegan las vacaciones, pero como ocurre últimamente, la alegría de disfrutar del tiempo libre parece empañarse con la crisis que nos persigue. Noticias nacionales e internacionales no proporcionan visos de tranquilidad. Y hay quien ha denominado al actual verano como el último antes de la recesión. Y así no hay quien disfrute plenamente del tiempo de asueto, ¿o sí?

El CIS de julio indica que el 75,8% de los encuestados considera la situación económica general de España como mala o muy mala, y con igual valoración califica su situación económica personal un 26% de la muestra. De hecho, según la plataforma global de investigación de mercados, Appinio, el 40% de los españoles se ha visto obligado a posponer sus planes de vacaciones veraniegas por el encarecimiento de los precios. El 57% ha decidido acortar la duración y un 30% han optado directamente por cancelarlas.

Claro que el concepto de vacación es más amplio que planear viajes, y cambiar de entorno, pues como lo define la RAE, se trata del descanso temporal de una actividad habitual. Ya decía el sabio que para viajar lo único que hace falta realmente es mudar el espíritu. 

Cuenta una historia que una mujer maya cansada de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su casita. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el anuncio de venta. La publicidad decía:

"Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellos árboles frutales y de maderas finas, donde todos los días las aves ofrecen conciertos con sus mejores cantos y un cristalino cenote con el agua más pura que jamás hayan visto".

El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que la mujer se habría mudado. Pero en realidad la mujer seguía allí. 

El poeta preguntó: ¡Vecina! ¿No quería marcharse de aquí?

La mujer con una sonrisa le respondió: No vecino, después de leer su anuncio de venta, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que no existe otro mejor...

Ya los cínicos griegos defendían que el ser humano llevaba en sí mismo los elementos para ser feliz y conquistar su autonomía; la persona con menos necesidades era la más libre y la más feliz. Y siguiendo esta línea los estoicos afirmaban que si bien no podemos controlar todo lo que nos pasa, si podemos trabajar nuestra percepción sobre cómo nos lo tomamos, aceptando el momento tal como se presenta, sin dejarnos dominar por el deseo de placer o por el miedo al dolor. 

Más recientemente, Covey distingue nuestro círculo de preocupación, de nuestro círculo de influencia. El primero es más amplio dado que incluimos problemas sobre los que no tenemos ningún control real; aquí están las personas reactivas, y la impotencia es la emoción predominante. En cambio, en el círculo de influencia reunimos las preocupaciones sobre las que podemos actuar. Es el propio de las personas proactivas, con iniciativa y habilidad para responder y conseguir aumentar paulatinamente esa área.

Siempre que pensemos que el problema y la solución están afuera, ese pensamiento es el problema, porque si realmente queremos mejorar la situación, tendremos que trabajar en lo único sobre lo que tenemos el control: nosotros mismos. Y es que nuestra conducta es consecuencia de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones; pues, como apuntaba François de La Rochefoucauld, cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte. 

Como recordaba el médico interpretado por Javier Cámara en la película El olvido que seremos, el ser humano necesita las cinco A: aire, agua, alimento, abrigo y afecto. Quizá sea la receta esencial de la vida, y también de las vacaciones ¿o no? ¡Buen verano!

Publicado en Valencia Plaza, 28 de junio de 2022

Cerrado por “raraciones”

“La semana que viene no puede haber crisis. Tengo mi agenda llena” escribió Kissinger. Llega agosto, y las vacaciones para la mayoría. Últimamente, la alegría de disfrutar del tiempo libre parece empañarse con la pandemia que nos persigue. Los sentimientos de alivio y esperanza que empezamos a sentir con el inicio del verano y el levantamiento del confinamiento, se están enturbiando con los continuos rebrotes de Covid-19. Podríamos decir que van a ser  unas vacacaciones raras, unas “raraciones”.

La preocupación por la situación laboral y económica se acrecienta. El paisaje de persianas cerradas evidencia las consecuencias que está teniendo especialmente en nuestro país, donde la  caída del PIB es mucho mayor que entre nuestros socios europeos; y no es que a ellos les vaya mucho mejor. Y así, no es fácil disfrutar plenamente de nuestro tiempo de asueto.

Covey recuerda que tenemos la iniciativa y responsabilidad de hacer que las cosas sucedan, que nuestra conducta es consecuencia de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Distingue así nuestro círculo de preocupación, de nuestro círculo de influencia.

San Francisco de Asís los habría identificado mucho tiempo antes en su conocida plegaria: “concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.

El círculo de preocupación y el círculo de influencia

En efecto, el círculo de preocupación es más amplio dado que incluimos problemas sobre los que no tenemos ningún control real; en esta zona la impotencia es la emoción predominante, y sus habitantes viven en la reactividad. Fían su futuro a que otros encuentren la vacuna para sus males.

Recuerdo aquí los datos de una encuesta del CIS de septiembre de 2011, en plena gran crisis financiera mundial, según la cual el 67,1% de los españoles entendía que es el Estado el que debe ser responsable del bienestar de todos los ciudadanos, con obligación de ayudarles a solucionar sus problemas. El 21,3% restante opinaba que el Estado solo debía ser responsable del bienestar de los más desfavorecidos.

En cambio, solo el 7,9% de los españoles consideraba que los ciudadanos deben ser los responsables de su propio bienestar, y tienen la obligación de valerse por sí mismos para resolver sus problemas.

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En el modelo de Covey, este último grupo sería que el que intentaría ampliar el círculo de influencia, pues en este se concentran las preocupaciones sobre las que podemos actuar. Los habitantes de esta zona son proactivos y perseverantes. Y mientras desean que el contexto evolucione favorablemente, apuestan por dotarse de sus propios equipos de protección individual (EPIs) emocionales y físicos, utilizándolos convenientemente.

Algo así debió pensar Evelyn Ryan, casada con un marido alcohólico, y madre de diez hijos, que en el Ohio de los años cincuenta, decidió aprovechar sus innatas habilidades como escritora para ganar concursos publicitarios de radio y televisión, y obtener unos ingresos clave para la subsistencia de su familia. Si quiere conocer los detalles revise su historia, encarnada por Julianne Moore, en el filme La ganadora.

Personalidad y responsabilidad

En los últimos tiempos oímos frecuentes apelaciones a la responsabilidad individual como medio de controlar la expansión del Covid 19, sin que de momento parezca que surtan efecto. El psiquiatra Enrique Rojas introdujo entre la tipología de personalidades, una que él considera característica de la vida actual: la personalidad inmadura. Se define por su baja tolerancia a la frustración, su tendencia a refugiarse en un mundo alejado de la verdadera realidad, sin un proyecto de vida, y con escasa constancia y motivación.

En cualquier caso, aunque parezca casi imposible, siempre estamos a tiempo de aprender y de cambiar. La frase “es mi carácter, soy así y no puedo cambiar”, no deja de ser una creencia limitante incierta. Nuestra personalidad no es algo estático, sino que está abierta a las nuevas experiencias y en continuo desarrollo sobre una base, eso sí, relativamente estable.

Como le contaba Brad Pitt a su hija, en el filme El curioso caso de Benjamín Button: “nunca es demasiado tarde, o demasiado pronto, para ser quien quieras ser. No hay límite en el tiempo, empieza cuando quieras. Puedes cambiar, o no hacerlo, no hay normas al respecto. De todo podemos sacar una lectura negativa o positiva, espero que tú saques la positiva… Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa, y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo”. ¡Buenas “raraciones”!

Publicado el 1 de agosto del 2020 en La Vanguardia